
Y es que aquí en Austria, la nieve no sabe igual si no es con los morros, ¡hombre!
El siguiente día ya fue otra cosa. De golpe volvimos al invierno de verdad: sensación térmica de -20ºC sin problemas, un viento que pelaba hasta las patatas, y una nieve que seguía sin cuajar en la pista. La única diferencia es que esta vez no tuve el honor de darme el banquete del día anterior.
Hoy la cosa se ha serenado de nuevo, con ese Sol tan calentito, y esa poquita brisa que casi ni se notaba. En cambio, la nieve estaba desafiante; ahí con sus espejos del tamaño de un solar, jaja, por los que tocaba bajar sin perder la compostura.
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